De Pueblos Indígenas en Brasil
Foto: Agência O Globo, 1985

Kadiwéu

Autodenominación
¿Donde están? ¿Cuántos son?
MS 1413 (Siasi/Sesai, 2014)
Familia linguística
Guaikuru

Los Kadiwéu, conocidos como “indios caballeros”, por su destreza en el arte de montar a caballo, guardan en su mitología, arte y rituales el modo de ser de una sociedad jerarquizada entre señores y cautivos. Guerreros, lucharon por el Brasil en la Guerra del Paraguay, razón por la cual, según cuentan, se les reconoció sus tierras.

La sociedad ancestral

Desenho: J. B. Debret, 1834
Desenho: J. B. Debret, 1834

También conocidos como “indios caballeros”, integrantes de la única “horda” sobreviviente de los Mbayá, un ramal de los Guaykurú, los Kadiwéu guardan la memoria de un glorioso pasado. Organizados en una sociedad que tenía en un extremo a los nobles y en el otro a los cautivos, vivieron del saqueo y del tributo de sus vecinos, de los cuales hacían depender su propia reproducción, ya que sus mujeres no generaban hijos o permitían la sobrevivencia de sólo uno, cuando ya estaban al final de su período fértil. Las mujeres se dedicaban a la pintura corporal y facial, cuya especial disposición de elementos geométricos Levi-Strauss consideró como característica de sociedades jerárquicas. Estos diseños impresionan por la riqueza de sus formas y detalles, a los que tenemos fácil acceso a través de la vasta colección recogida por Darcy Ribeiro y reproducida en el libro que publicó sobre los Kadiwéu.

Aquellos capturados en guerras pasadas, de preferencia niños y mujeres, eran incluidos en esta sociedad bajo una categoría específica, la de “cautivos” o gootagi (nuestros cautivos), a decir de los Kadiwéu. Los Guaikuru-Mbayá tomaron cautivos de diversos pueblos indígenas, sobre todo de los Xamakôko, habitantes del territorio paraguayo, su fuente más importante. También hicieron cautivos a los Blancos, portugueses o españoles, brasileños o paraguayos, conforme registra la crónica histórica y la memoria Kadiwéu.

Foto: Museu do Índio, 1948
Foto: Museu do Índio, 1948

Los Mbayá mantuvieron además otro tipo de relación, aquel que establecieron con los Terena (un subgrupo de los entonces llamados Guaná o Txané), que era una sociedad también dividida en estratos. Consentían el casamiento entre sus nobles y las mujeres de la alta estirpe Terena, adquiriendo, por medio de ello, el derecho a prestaciones de servicio y sobre todo a productos agrícolas, provenientes de la producción de estos últimos.

En la Guerra de Paraguay, escogieron luchar por Brasil, razón por la cual sus tierras fueron reconocidas, aunque hasta hoy no estén completamente garantizadas. La adopción de un vestuario “country” por los hombres Kadiwéu de la actualidad, revela su apego a un modo de vida apoyado en el uso y la crianza de caballos, de los que todavía mantienen recuas, aunque bastante menores que las del pasado.

Lengua

Ceramista kadiwéu. Foto: Mônica Pechincha, 1992
Ceramista kadiwéu. Foto: Mônica Pechincha, 1992

Los Kadiwéu pertenecen a la familia lingüística Gauikurú, que incluye otros pueblos del Chaco, como los Toba (Paraguay y Argentina), los Emók o Toba-Mirí (paraguay), los Mocoví (Argentina), los Abipón (extintos) y los Payaguá (extintos). Dentro de este grupo Guaykurú, los Kadiwéu son los más septentrionales y los únicos localizados al este del río Paraguay, en Brasil. Algunos ancianos, mujeres y sobre todo niños sólo hablan el Kadiwéu. Pero un buen número de los Kadiwéu se comunica con facilidad en portugués. Hay, en la lengua Kadiwéu muchas diferencias entre las formas de hablar masculina y femenina. Es interesante notar que los descendientes de Terena que viven entre los Kadiwéu sólo usan el portugués para comunicarse en la aldea (no usan la lengua Terena ni siquiera entre sí). Entretanto, aun cuando no lo hablen, entienden perfectamente el Kadiwéu, pues es en esta lengua que ellos son interpelados.

Localización

Los españoles colonizadores llamaron de Mbayá (término probablemente de origen Tupi) a los Guaykurú (nombre también de origen Tupi), de los cuales descienden los Kadiwéu. De origen en el lado occidental del río Paraguay, parte de los Mbayá cruzó, en el siglo XVII, hacia la banda oriental. Bajo presión de los frentes colonizadores, se desplazaron más al norte y los que todavía no habían migrado hacia el este del río terminaron por hacerlo al final del siglo XVIII. En esa época, su territorio se extendía desde las sierras que separan los ríos Paraná y Paraguay hasta más allá de la latitud 18° sur.

Los Mbayá se dividían en diversas hordas, cada una con un nombres específico que se asociaba a accidentes naturales de las localidades que habitaban. Una de ellas, la de los Cadiguegodis, tenía, en el siglo XVIII, su territorio bañado por un riachuelo que los indios llamaban de Cadigugi. Todo indica que esta última horda sea la de los ancestros de los Kadiwéu actuales. La horda de los Kadiwéu fue la última en migrar hacia el lado oriental del río Paraguay y ella era ya la única sobreviviente en la segunda mitad del siglo XIX.

Los Kadiwéu, que la literatura histórica llamó alguna vez “los indios caballeros”, en vista de su condición de poseedores de una vasta manada equina y de su admirable destreza como jinetes, viven en la actualidad en un territorio localizado en el Estado de Mato Grosso do Sul, en tierras que en parte cruzan el Pantanal matogrossense. Su territorio tiene como límites naturales al oeste los ríos Paraguay y Nabileque, al este la Sierra da Bodoquena, al norte el río Neutaka y al sur el río Aquidavão. Dentro de este territorio, la población Kadiwéu se divide en cuatro aldeas. La aldea mayor, Bodoquena, se localiza en el nordeste de la Tierra Indígena, al pie de la Serra da Bodoquena, vecina a la aldea Campina, que queda ya en lo alto de dicha sierra. La aldea Tomázia se localiza en el sur de la Tierra Indígena. También en el sur se encuentra la aldea São João. Habitan esta última aldea principalmente indios Terena y remanentes de Kinikináo. Algunas familias Kadiwéu viven todavía en pequeños grupos, en localidades al interior de la Tierra Indígena más alejadas de las aldeas principales, donde crían un poco de ganado.

La Tierra Indígena Kadiwéu está en el municipio de Porto Murtinho. Bodoquena es la ciudad más próxima de la aldea mayor (60 kilómetros), seguida de Miranda y Aquidauana. Campo Grande (310 kilómetros) es el centro urbano de mayor importancia estratégico-administrativa para los Kadiwéu. Allí está la sede de la administración de la Funai (Fundación Nacional del Indio) que tiene jurisdicción sobre ellos, la asociación de los hacenderos arrendatarios (ACRIVAN – Asociación de los Criadores del Valle de Aquidaban y Nabileque) y la ACIRK (Asociación de las Comunidades Indígenas de la Reserva Kadiwéu).

Demografía

Los datos de la Funai aseguran que, en 1999, alcanzaba a 1.04l personas el total de la población Kadiwéu bajo jurisdicción del Puesto Indígena Bodoquena (que comprende las aldeas Bodoquena y Campina), con sede en la aldea del mismo nombre. La población correspondiente al Puesto Indígena São João, que comprende las aldeas São João y Tomázia era de 551, según la misma fuente y data. Cabe notar que, como ya fue aludido más arriba, en la aldea São João viven principalmente indios Terena y Kinikináo. Por consiguiente, la población total de 1.592 en 1999 corresponde a los indios de las tres etnias que habitan la Tierra Indígena Kediwéu e incluye también a los Kadiwéu que viven fuera de ella y provienen de aquellas aldeas.

No contábamos, hasta esa fecha, con otro censo actual de la población Kadiwéu, que no fuera éste de la Funai, el cual sin embargo no distinguía las etnias habitantes del Puesto Indígena de São João, lo que imposibilitaba el cálculo total de la población Kadiwéu. Según datos más actuales de la Funasa (Fundación Nacional de la Salud), en 2009 los Kadiwéu sumaban 1.629 personas. En 1992, época de la investigación de Mónica Theresa Pechincha, vivían 633 Kadiwéu en la aldea Bodoquena, 39 en la aldea Campina, 60 en la aldea Tomázia y 67 en otras localidades al interior de la Tierra Indígena, aparte de la aldea São João que, en la época, contaba con 170 habitantes. Para fines de la observación del crecimiento demográfico, presento además datos de 1995, recogidos en la Administración Regional de Camp Grande, de la Funai, que cifran en 951 el número de la población del Puesto Indígena Bodoquena, y 338 el del Puesto Indígena São João.

Historial del contacto

La primera noticia que se tiene de los Guaikurú data del siglo XVI, proveniente de una expedición europea que incursionó en la región chaqueña en procura de metales preciosos al interior del continente. Muchos grupos Mbayá estuvieron bajo influencia de las reducciones misionales a partir del siglo XVIII. En el mismo siglo y al inicio del siguiente, el contacto con los frentes colonizadores se intensificó debido al establecimiento de fuertes militares en las márgenes del río Paraguay, ya sea de portugueses o españoles, que pugnaban por la definición de las fronteras. Las ciudades fundadas en la región hicieron parte del escenario de su historia, que fue muchas veces de conflicto, pero también de acuerdo, como el celebrado en 1779 entre los Mbayá y los españoles, así como el firmado en 1791, con los portugueses.

Un marco gravitante en la historia del contacto con la sociedad nacional, recordado con orgullo e insistencia, fue la participación de los Kadiwéu en la Guerra del Paraguay. Esta participación motivó su inserción en innumerables narrativas históricas que evocan detalles del evento y de un desempeño heroico preservado con cuidado. Cuentan los Kadiwéu acerca de su fundamental participación en aquella guerra, cuando lucharon a favor de los brasileños y ganaron como recompensa el territorio que hoy habitan. Es ahí donde buscan el argumento más eficaz de su posesión incontestable, mas siempre amenazada.

La Tierra Indígena Kadiwéu estuvo sujeta a un primer reconocimiento oficial a inicios del siglo XX, por obra del Gobierno del Estado de Mato Grosso. Hubo demarcación en 1900 y expedición del decreto en 1903, el cual ya establecía como límites naturales los mismo que los actuales, antes mencionados. El 9 de abril de 1931, el decreto n° 54 ratificó estos límites. Pero los problemas territoriales han sido una constante en la historia de los Kadiwéu, en cuya memoria no se han extinguido las tentativas de invasión y los conflictos ocurridos desde inicios del siglo pasado. Más recientemente, la demarcación de sus tierras, concluida en 1981, fue rodeada de mucha tensión por la presencia de invasores e incluso dejó fuera de su perímetro una aldea Kadiwéu de nombre Xatelôdo, , localizada en la Sierra da Bodoquena. En 1983 alcanzaban a 1.868 los “posseiros” que ocupaban aquella Tierra Indígena. Los conflictos generados, notoriamente en los años 1982 y 1983, fueron ampliamente divulgados por la prensa.

Esta historia está también marcada por inevitables conflictos con los hacenderos arrendatarios. Los ganaderos comenzaron a entrar en el territorio Kadiwéu hace casi cinco décadas, habiendo noticias de que la primera entada habría sido en 1952. Desde el final de la década de los cincuenta empezaron, de otra forma, a ocupar ese territorio con autorización del SPI (Servicio de Protección al Indio, órgano que antecedió a la actual Funai). En 1961, ya habían sido concretados 61 contratos individuales con arrendatarios. Esta ocupación alteró significativamente la utilización por parte de los indios de su territorio. A inicios de la década de los noventa, eran 89 las haciendas arrendadas al interior de la Tierra Indígena Kadiwéu, las cuales se extendían por casi la totalidad de este territorio, de forma tal que los indios quedaron estrujados en sus aldeas.

Organización social y política

En el pasado, las hordas Mbayá se dividían en “tolderías”. La toldería, donde había una casa colectiva, era la menor unidad política y económica, que reunía la parentela de un “capitão” y de sus cautivos. Las familias de “capitães” se componían de los Mbayá de nacimiento, que hoy son vistos como familias de Kadiwéus “puros”, conforme a ellas se refieren, o los goniwtagodepodi ejiwajigi (“nuestros señores Kadiwéu”), donde ejiwajigi es su autodenominación. Goniwtagodepodi o goniwaagodi – en las expresiones masculina y femenina, respectivamente, pues hay distinción lingüística entre ellas – es un término de tratamiento que los Kadiwéu usan para cualquier persona del sexo masculino, inclusive extranjeros. Las mujeres, de la misma manera, son interpeladas por los términos goniwtagodo (en el habla masculina) o goniwaagodo (en el habla femenina). También abordan a los niños en esos términos, que traducen como señor y señora (goniwtagodi, nuestro señor; iniwtagodi, mi señor).

Los capitanes eran todos los descendientes de capitanes, en cualquier línea o grado, inclusive las de sexo femenino (las “capitãs). Toda vez que el núcleo de Kadiwéu “puros” era diminuto por efecto de la baja natalidad, ciertamente algunos cautivos debieron ser incorporados, posiblemente por vía de casamiento, que no era preferencial. Aunque los Kadiwéu afirman que antes los señores no se casaban con sus cautivos, esa regla no es verificable hoy en día. Todavía persiste en esta sociedad la distinción jerárquica entre aquellos que se consideran Kadiwéu “puros” y los descendientes de cautivos. En la actualidad sólo dos familias reivindican el estatus de señores en la aldea Bodoquena. Ambas disputan la hegemonía política en el grupo. La relación de “cautiverio” se deja notar mejor en las prácticas rituales. Por ejemplo, cuando hay alguna actividad en la que muchachos y muchachas participan por primera vez, precisan ser representados en aquel momento por un cautivo suyo. De forma general, en lo que respecta a las actividades cotidianas, las familias, cualquiera de ellas, se desenvuelven en forma autónoma y al modo de unidades.

En 1992, los Kadiwéu de la aldea Bodoquena se distribuían en 110 casas que mayormente abrigaban familias nucleares, dispuestas en general por grupos de parientes y obedeciendo preferentemente una regla matrilocal. Son muy frecuentes los casamientos con los Terena. En esa época, tan sólo en la aldea Bodoquena, en 28 familias nucleares uno de los cónyuges era Terena. Y esto sin mencionar a los que tienen ancestros en esta última etnia.

Las decisiones políticas y de interés general para el grupo están fuertemente centralizadas en la figura del capitán y de sus asesores. El derecho de mando es hereditario. Hoy, tal derecho es reconocido como “naturalmente” perteneciente al biznieto primogénito del “Capitãozinho”, un venerable líder del pasado. Con todo, las reglas se flexibilizan en sentido del sufragio, por lo que respecta a la jefatura. Los capitanes, término con el que se refieren a los jefes o “caciques”, en la actualidad son escogidos dentro del grupo y, en el transcurso de su historia reciente, varios capitanes se sucedieron en breves períodos. No siempre ellos pertenecen a “familias de capitanes” y, cuando no hacen parte de ellas, su estatus social no es alterado por su posición política. El capitán es asesorado por un consejo, compuesto sobre todo por hombres más viejos y experimentados. Cabe notar, sin embargo, que es igualmente fuerte el papel político de los líderes jóvenes, que alcanzan prestigio sobre todo debido a su grado de instrucción (algunos de ellos poseen hasta el 2° grado escolar) y su dominio de la lengua portuguesa, muy útil en las negociaciones externas.

Arte

Foto: Claude Lévi-Strauss, 1935
Foto: Claude Lévi-Strauss, 1935

Los finos diseños corporales realizados por los Kadiwéu constituyen una forma notable de expresión de su arte. Hábiles diseñadores, ellos estampan rostros con diseños minuciosos y simétricos, trazados con la tinta obtenida de la mezcla de jugo de jenipapo con polvo de carbón, aplicado con una fina lasca de madera o tacuara. En el pasado, la pintura corporal marcaba la diferencia entre nobles, guerreros y cautivos.

Las mujeres Kadiwéu producen, igualmente, bellas piezas de cerámica: vasos de diverso tamaño y formato, también platos de variado tamaño y profundidad, figuras de animales, adornos de pared, entre otras piezas creativas. Ellas las decoran con modelos que les son peculiares, que siguen un repertorio rico, pero fijo, de formas saturadas con diversos colores. La materia prima de su trabajo se encuentra en barreras especiales, que contienen el barro de consistencia y tonalidad ideales para la cerámica durable. Los pigmentos para su pintura son conseguidos de arenales de los más variados tonos, siendo algunos de los detalles glaseados con resina de palo santo.

Se puede ver también el arte Kadiwéu manifestarse en los cánticos de las mujeres ancianas, en las músicas de los tocadores de flauta y tambor, y en las danzas colectivas.

Narrativas

Desenhos publicados em VIDAL, Lux (org.). Grafismo Indígena. Studio Nobel, Fapesp, Edusp, SP, 1992
Desenhos publicados em VIDAL, Lux (org.). Grafismo Indígena. Studio Nobel, Fapesp, Edusp, SP, 1992

La sociedad Kadiwéu tuvo en la guerra de captura el fundamento de su organización. La memoria de la guerra es bastante presente y reactivada siempre en los discursos de autodefinición, así como fuente de recursos a ser usados en su relación actual con la sociedad nacional. El ideal del guerrero es fuente de valores que todavía orientan sus prácticas. Varios mitos Kadiwéu hacen mención a los Godapoagenigi, aquellos guerreros que sobresalían por su coraje y fuerza física. Entre las narrativas que pude oír de su rico repertorio, los Kaduwéu distinguen por lo menos dos clases. A una de ellas llaman “historias de admirar” o “historias que hacen milagros”, “historias sagradas”, más próximas a la categoría de mitos propiamente dichos. Otra clase vendrían a ser las “historia que efectivamente acontecieron”, que se presentan como “descripción histórica” de eventos tales como las guerras del pasado.

Y es en las “historias de admirar” que los Kadiwéu van a buscar sus nombres personales – llámense “mitos de denominación”. Muchos de esos mitos son de propiedad de las familias de capitanes y los nombres personales que de ellos provienen pueden ser usados por sus descendientes y cautivos. En muchas de esas historias, los protagonistas son ancestros mitológicos de familias de capitanes. 

Ritos

Bobos, ritual do navio. Foto: Mônica Pechincha, 1992
Bobos, ritual do navio. Foto: Mônica Pechincha, 1992

El individuo Kadiwéu recibe un nombre en ocasión de su nacimiento y a la muerte de un pariente. Durante los ritos funerarios, los parientes del muerto tienen los cabellos cortados. Aquel que corta el cabello en señal de luto es llamado okojege. Las mujeres ancianas, conocedoras de esos ritos, se reúnen durante el funeral para decidir el nombre más adecuado para el enlutado. Cuando se pierde un pariente próximo es también posible adoptar alguna otra persona (independientemente de la edad, sexo o grado – e incluso existencia o no – de parentesco) para suplir la ausencia del muerto. Un pariente adoptado en esas circunstancias es llamado godokogenigi. A éste también se le da un nuevo nombre y se le corta los cabellos. Hay aún otra forma de establecer un parentesco “de consideración” y es a través de la relación entre imedi (o imeeti, en el caso de las mujeres, palabra utilizada como “amigo/amiga”). Dos familias pueden acordar convertir en imedi un hijo de cada una, estableciéndose entre ellos una relación de hermanos con las actitudes que le son peculiares. Los descendientes de dos imedi serán imedi entre sí.

Aparte de los ritos funerarios, practican también lo que llaman la “Fiesta de la Moza”. Se trata de un ritual de iniciación femenina, que somete a la moza que experimenta su primera menstruación a una reclusión de dos días y a una dieta rigurosa. No puede poner los pies en el piso ni mirar hacia los animales. En el clímax del ritual, la muchacha es “abanicada” con un paño rojo bordado con mostacillas y pendientes en las puntas (el “abanico”, wajuide), y, echada de bruces, será presionada a la altura de los riñones por una mujer de aldea cuidadosamente escogida por sus familiares, pues sus características serán asimiladas por la muchacha.

El Navío, o Etogo, es el ritual que los Kadiwéu consideran la expresión más visible de su alteridad, pues, como dicen, es lo que mejor muestra que ellos son “indios de verdad”. Cuando se realizó en 1992, hacía por lo menos cincuenta años que no venía siendo escenificado y no volvió a ser repetido después de esa fecha. La motivación inmediata para su realización fue la necesidad de mostrarle a los Blancos y a sus convidados el ritual más expresivo de su identidad.

El Navío es un largo ritual. Hace referencia a la Guerra de Paraguay, evidente, entre otros aspectos, por la colocación, a cada lado de la entrada del navío de bambú construido para ser el espacio ritual, de banderas estilizadas de Brasil y de Paraguay. El Navío mimetiza un navío de guerra, tal como los Kadiwéu dicen haber visto uno, en el pasado, al recorrer el río Paraguay.

El jefe del Navío es un personaje llamado Maxiotagi, o “Macho”. Maxiotagi es un personaje Xamakôko (aunque el actor sea Kadiwéu), de la etnia que fue la principal fuente de cautivos en el pasado. Su función en el ritual es dictar las órdenes que condicionan las escenas de su desenvolvimiento.

Maxiotagi, que es ciego, tiene como compañeros a Ligecoge, “los ojos del Macho”, y a Lionigawanigi, “Pequeño”, que lo auxilian en sus actividades. Estos personajes se adornan con graciosas indumentarias. En el Navío también está el Delegado, el Sargento (Jajentege), los cabos y los escribanos (Nidikuna). Y también Ixotece Gonibedona Gonibegi, o “Dedo-en el-Culo”, que se encarga de la “ronda”. La regla principal en el Navío es no reír, bajo pena de ser apresado y/o pagar una “fianza”, cobrada generalmente en forma de ganado a ser sacrificado inmediatamente, abasteciendo el churrasco colectivo durante los varios días del ritual.

En el período ritual, la rutina de la aldea es totalmente modificada y todos se comportan como si estuviesen bajo voz de mando, actuando solamente conforme a las órdenes del jefe. Durante el Navío, todos los hombres de la aldea son llamados de “soldados” y todas las mujeres de paraguayas (gaxianaxe), representando presas de guerra. Hay también un rol importante reservado a las mujeres ancianas, quienes guardan en el grupo los cánticos sagrados. Estas mujeres, conocedoras únicas del lenguaje de los cánticos, que los jóvenes no saben traducir, cantan a la manera del “repente” (trova tradicional) siempre que un acontecimiento importante acaece al grupo. Sus cánticos recuerdan hechos históricos y guardan la memoria de los capitanes y de sus grandes logros, además de comentar, sobre la base de su historia y cosmología, los hechos actuales. Las mujeres ancianas cantan (o “rezan”) en el Navío para liberar a los presos.

El momento ritual se completa con danzas masculinas (nabacenaganaga, o “bate-pau”) y femeninas, por la música entonada con sus instrumentos típicos – como la flauta, natena, y el tambor, goge –, diversos juegos – sobre  todo los que demuestran el desempeño físico de los hombres, evocando a los godapoagenigi), y la presentación de los “bobos” (bobotegi). Estos son personajes que no aparecen solamente en el Navío. Ellos se presentan enmascarados, el cuerpo también disimulado, irreconocibles, danzando sus “polcas” peculiares, asustando a los niños a quienes les piden prendas.

Hay también un Padre en el Navío, que bautiza como los padres de los cristianos y simula ritos de cura, como el de nijienigi (el chamán Kadiwéu). El nijienigi es capaz de preveer, con ayuda de las entidades espirituales que lo guían, los acontecimientos venideros. Por eso, en el pasado su papel fue fundamental en las estrategias de guerra. Los nijienigi también curan y en la aldea todavía se les llama para intervenir en casos de enfermedades.  

Notas sobre las fuentes

La más importante referencia histórica sobre los Kaduwéu (o los Guaikurú-Mbayá) se encuentra en la obra del Pe. José Sánchez-Labrador titulada El Paraguay Católico, considerada una de las mejores etnografías escritas en el siglo XVIII. Varios cronistas en el siglo XIX registran, con mayor o menor detalle, sus impresiones sobre estos indios, su localización, modo de vida y relaciones con los colonizadores. Entre ellos destacan Ricardo Franco de Almeida Serra, Francisco Rodrigues do Prado, Alexandre Rodrigues Ferreira, Francis Castelnau, Alfred d'Escragnole Taunay (que narró episodios de la participación indígena en La Guerra de Paraguay) y, notablemente, Guido Boggiani. Este último autor vivió algunos meses entre los Kadiwéu a fines del siglo XIX y nos legó, entre otros escritos, su rico diario de campo referente a aquella visita, publicado bajo el nombre de Os Caduveos.

Boggiani recogió un vasto material representativo del arte y artefactos Kadiwéu, cuya más significativa colección se encuentra hoy conservada en el museo “Luigi Pigorini”, en Roma. Se puede igualmente obtener informaciones históricas en informes de Presidentes de la Provincia de Mato Grosso guardados en el Archivo Nacional. En cuanto a los trabajos antropológicos propiamente dichos, Alfred Métraux nos ofrece estudios etnológicos sobre los indios del Gran Chaco, especialmente en lo que concierne a la religión. Claude Lévi-Strauss estuvo entre los Kadiwéu en 1937 y escribió sobre su arte.

Darcy Ribeiro realizó trabajos de campo entre los Kadiwéu a fines de la década de los cuarenta. Y sus trabajos más importantes sobre ellos están reunidos en el volumen Kadiwéu: Ensayos Etnológicos sobre el Saber, el Azar y la Belleza que, como ya indica el título, trata de mitología, chamanismo y arte. Escribió también un artículo sobre “El sistema familiar Kadiwéu” (1948). Más recientemente fueron defendidas dos tesis de maestrado: la de Jaime Siquiera Jr. (Universidad de São Paulo, 1993) que trata sobre la construcción del tiempo y el espacio Kadiwéu; y la de Mônica Thereza Pechincha, titulada Historias de admirar: Mito, Rito e Historia Kadiwéu (Universidad de Brasilia, 1994). La lengua Kadiwéu fue estudiada por Silvia L. B. Braggio (1981). En cuanto a los informes técnicos, cabe mencionar los elaborados por Alain Moreau, quien hace varios años frecuenta y acompaña a la sociedad Kadiwéu, habiéndoles prestado por iniciativa personal valiosa asesoría jurídica, sobre todo en la conducción del proceso de substitución del régimen de arrendamiento.

Fuentes de información

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